Lágrimas, abrazos y un monstruo moribundo


Ayer fue una gran lucha, estoy agotado, en parte fracasado, salimos a la calle, zona de prostitución. Nada más salir nos encontramos con Estela, 24 años, vestía camisa escarlata que no había elegido ella, era el señuelo para atraer clientes colocada en una esquina estratégica. Frente a ella una mujer de unos 50 años que la controlaba y empezó a molestarse por nuestra presencia, a unos metros un tipo con mala cara, chulo, más control. A Estela la conocimos hace unas semanas, le ofrecimos salir de allí y se iluminó su mirada de esperanza, le ofrecimos un hogar seguro y todo lo necesario para una nueva vida y nos miraba nerviosa mientras movía inquieta su cabeza, otra amiga de la calle le traducía al español pues no domina la lengua. La trajeron engañada, una amiga le ofreció un trabajo y vida mejor. Lleva un año siendo prostituida en la calle. Le dijimos “ven con nosotros ¡ahora!” No. Tiene un hijo en su país. Las amenazas evidentes, el miedo y el amor a su hijo fueron mayores que nuestra oferta de vida nueva. Ayer nos hablaba con su mirada, nos decía: “sacarme de aquí, me están controlando, no puedo hablar”, su mirada era desesperada, su sonrisa nerviosa, su respiración agitada, era una mujer gritando en silencio atrapada en un mar oscuro rodeada de tiburones e incapaz de gritar ayuda incluso ante los que veníamos en nuestra barca de amor y esperanza, no podía tender su mano hacia nosotros, su madame y el otro tiburón la miraban con la furia de arrancarle el brazo, y ella sabe que su hijo la necesita viva. Impotencia es poca palabra para expresar lo que siento mientras con la vista nublada intento escribir esto. Sigo vestido con la misma ropa que llevaba ayer, no me la quiero quitar porque la abracé y algo queda de ella conmigo. Abrazamos a muchas chicas como Estela. Rachel, nigeriana, 25 años. María, peruana 27 años, 5 hijos, el primero lo tuvo a los 13 años. Glory, africana, 32 años, dice que el año que viene dejará la calle. Dory, guineana, 25 años, no quería hablar con nosotros pero se llevó un bombón y luego volvió a por más. Fátima, marroquí, 62 años, nos habla siempre de sus hijos, uno está en la cárcel pero es buen chico, ella le envía dinero, oramos por ella y por ellos, Jenny, africana, 21 años, guapísima, llegó en patera a Canarias hace cuatro meses, ha dormido en la calle hasta que ha empezado a vender su cuerpo para subsistir, pagar un alquiler y enviar dinero a su madre y hermanos, le decimos que ese no es lugar para una princesa tan bonita como ella, nos escucha, vemos su lucha interna, se lo piensa nerviosa pero al final decide que no puede venir con nosotros, tiene un novio. Joy, nigeriana, 30 años, dice que está bien, no necesita nada, se ríe, hasta que oramos por ella y deja de reír, su cara "Joy" se transforma, nos da mucho las gracias, todas quieren que oremos por ellas. Alina, 28 años, acompañada de su suegra y sus jóvenes cuñadas. Marlén, muy joven, dice que habla con Dios pero no en la iglesia, que Dios lo tiene aquí dentro señalando a su corazón, oramos, la abrazamos, se alegra tanto que nos cuesta creerlo pero es gratitud verdadera, de corazón. Nos vamos emocionados, ha sido intenso, pero muy doloroso volver a casa con las manos vacías, dejándolas allí a todas, en su infierno, en su mar negro rodeadas de tiburones, atrapadas por pulpos invisibles, gigantes. Hoy me siento fracasado y no puedo dejar de llorar, no quiero dejar de llorar nunca, mientras haya una sola mujer vendida, ahogándose en las calles de mi ciudad, no voy de dejar de llorar, hay que llorar con los que lloran.


Un amigo que se ha enterado de mis lágrimas de impotencia me ha llamado y me ha recordado que no estamos solos, que confíe en la verdad y la vida, que pronto se hará justicia y veremos derrotado al monstruo de la trata y rotos sus cuernos, que pronto cantaremos abrazados en una gran fiesta de victoria, muy pronto. Así sea.

Los que habláis con Dios, que seguro os escucha, podéis pedirle por Joy, Nati, Gladys, Fernanda, Verónica, Alexia, Ramona, Glory, Irina, Sandra, Sara y su prima, Margarita, Magdalena, Mía, Anna, Denís, Elisabeth, Khadija, Vanesa, Svetlana, Cristina, Michaela, Débora, Daniela, Eva, Carly, Amina, Lara, Minela, Bose, Ana, Magdalena, Aziza, Jazmín, Laila, Mónica, Zineb, Jamila, Nadia, Mesi, Mariuchi, Dunia, Carmen y algunos travestís como Alejandro, Daniel y Mónica, los más “femeninos” de todas, en búsqueda siempre de su verdadero nombre, y otras muchas mujeres “de la calle” que tienen un único nombre verdadero, y muchos alternativos.

 

Comentarios